El gato de Belvís

relato gato

Hay un gato mirando a Belvís desde una ventana.

Victoria planta judías en su huerto empinado, en medio del parking de asfalto y los muros de piedra. En el de al lado, solo han crecido las flores del abandono. Los huertos de Belvís son una suerte de retrato de sus cultivadores: ordenados, anárquicos, parcos, excesivos, fructíferos, yermos….

La algarada del campo de fútbol rompe la paz del parque.  Los niños recordarán mañana, en la ciudad interestelar de coches voladores, que en plena era digital aún daban patadas al balón acariciados por el césped natural y respiraban aire puro, con olor a musgo.

Los perros ladran perdidos en el laberinto.

Subiendo hacia la Calzada, Suso enseña casas llenas de ausencias a los nuevos habitantes que repueblan el barrio. –“Poca reforma”-

Un coche cada luna llena abofetea el silencio y te devuelve al presente ronco y barullento que creíste olvidar cuando mudaste aquí tus huesos.

La “rapazada” de la Unitaria aglutina modernos multifacéticos y clásicos populares en sus saraos, pintando grafitis con posturas de yoga: “Más Fútvol, Por Fabor”.

Las almas más puras flotan abstraídas en los caminos del “Mapa Emocional do Barrio de San Pedro“.

La vecina vigila los movimientos del barrio. Se esconde tras los visillos de su casa y de sus amigas de la infancia.  Las niñas que corrían ayer son vecinas solas en casas vacías. Ya nadie pinta con tiza mariquitas en la acera.

Las monjas hornean pastas entre altos muros de piedra, mientras huelen los cupcakes veganos, alfajores, croissants, “banofee pie”, tartas “sacher”… de “Lambona” y se preguntan qué demonios está pasando ahí fuera.

Frente a Belvís, la Catedral escucha cómo los peregrinos bajan cantando por la Rúa de San Pedro.

En la Rúa da Trisca buscan a Sócrates una y otra vez para siempre.

Otros gatos, viven, corren y mueren fuera de la ventana. Porque la vida del gato callejero se apuesta a cada paso.

Hay un gato en una ventana de Belvís, al que nadie ve. Pero no lo dudéis, os está vigilando desde el otro lado del arco iris.

©MISTERIOSDECOMPOSTELA